El fogonero es un pescado blanco y es una variedad de bacalao procedente de las frías y cristalinas aguas del norte de Europa.
Aunque la carne preparada y limpia se puede confundir fácilmente con la del bacalao o el abadejo, al comparar ambos animales enteros se distinguen claramente sus diferencias.
El fogonero tiene un perfil más alargado, con la cabeza más fina, la mandíbula menos prominente y aletas dorsales ahorquilladas.
Presenta un color mucho más oscuro en su mitad superior, entre negro y marrón oscuro. Los dos flancos inferiores son de color plateado, más claro en el vientre. La peculiaridad más llamativa que exhibe este pescado es la línea blanca que recorre sus dos lomos longitudinalmente.
Aporta proteínas de alto valor biológico y es bajo en grasas, no supera las 80 calorías por 100 gramos, por lo que está indicado en dietas de control de peso.
Tiene una digestibilidad alta, como ocurre con los pescados blancos, por lo que tras degustarlo la sensación no es de pesadez.
Entre las vitaminas que nos ofrece destacan dos: la B12, que fortalece el sistema nervioso y ayuda a prevenir la anemia; y la vitamina D, imprescindible para la salud ósea, ya que permite que nuestro organismo absorba el calcio
Los principales minerales presentes en el fogonero son el selenio y el yodo y ambos son necesarios para la regulación de nuestro metabolismo.
Resulta un producto versátil, porque su sabor es suave, con lo que puede combinarse con muchos ingredientes que le aporten potencia.
El fogonero tiene muchas posibilidades culinarias, desde el horno, el vapor o la plancha hasta frito o en guisos, por eso es un pescado que se puede integrar fácilmente en las recetas del día a día.
Fogonero: protagonista en la mesa en Cuaresma y en Semana Santa
Tradicionalmente, desde el inicio de la Cuaresma con el Miércoles de Ceniza y hasta el final de Semana Santa, el consumo del bacalao aumenta. Este pescado bajo en grasa y lleno de nutrientes es ideal para sustituir nutricionalmente a la carne.
El protagonismo del bacalao durante esta época se debe a que antiguamente, la única forma de llevar el pescado a las zonas de interior en buenas condiciones era mediante el secado y la salazón, y el bacalao, gracias a su bajo porcentaje en grasa, era uno de los pescados que mejor aguantaba estos procesos de conservación natural.
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