Disminuir el desperdicio es una de las principales prioridades del mundo de los alimentos. Hasta el 40 por ciento de toda la comida que producimos termina en la basura según datos del Ministerio de agricultura de EEUU, aunque existen programas por encima y por debajo de la cadena de suministro para tratar de reducirlo.
Pero hay un paso muy simple que los consumidores pueden tomar para reducir el desperdicio: Reconsiderar el “fresco”. Debido a que “fresco” significa “perecedero”, especialmente cuando se trata de producción agrícola y marina, pues hay gran cantidad de residuos en esos sistemas.
Según Berkenkamp, principal defensora del programa de alimentos y agricultura del Consejo de Defensa de Recursos Naturales de EEUU, la congelación y enlatado puede reducir, considerablemente, la producción de desechos, un problema enorme, ya que más de la mitad de las frutas y verduras no se consumen. Con el proceso de congelación o enlatado, los ahorros comienzan en cuestión de horas. “Las verduras, normalmente, son enviadas directamente de la granja a las instalaciones de procesamiento y congeladas o enlatadas en cuestión de horas, y luego se estabilizan durante meses o años […] y el pescado es congelado directamente a bordo del barco en cuanto se pesca”, dice.
Ahondando más en los datos, descubrimos que la mayor pérdida se produce con los consumidores finales. “Cerca del 43% de todos los desperdicios de alimentos se producen en los hogares de los consumidores”, dice Berkenkamp. “Es el mayor contribuyente a los desechos de alimentos, y gran parte de esos deshechos son de producto fresco”.
La conclusión a la que se llega es que gran parte de estos residuos podrían evitarse mejorando la conciencia de los consumidores al comprar, almacenar y cocinar.