Antes de que inicies la lectura de este artículo, queremos compartir contigo nuestra idea de que Congelados Hiperxel no puede tener mejor sede que Vigo. Nos gustaría que ello se entendiera como un pequeño homenaje a la historia de la congelación a bordo y a todas las personas que la hicieron posible. La ubicación de nuestra sede central en Vigo, puerto pesquero de referencia internacional, no es fruto de la casualidad. Te invitamos a descubrir el motivo en este artículo.
Descubrir la historia de la congelación como método de conservación de alimentos supone remontarse a la antigüedad, aunque casi podemos afirmar sin riesgo a equivocarnos que conocemos las ventajas del frío como mecanismo de conservación de alimentos desde el origen de nuestra existencia, cuando se guardaba lo cazado o pescado en lo más profundo de las cuevas.
Existe mayor constancia de esas prácticas desde el Imperio Romano, cuando se utilizaban los pozos de nieve y las cavernas para guardar los alimentos que se deseaban conservar durante más tiempo; práctica que llamaría la atención de Alejandro Mango, quien pediría a sus cocineros que averiguaran más sobre esta técnica de conservación. En la misma línea, se conoce que el Imperio Chino empleaba bloques de hielo para la elaboración de helados y sorbetes.
La búsqueda de métodos para conservar alimentos a través del frío dio lugar a experimentos que hoy nos pueden parecer disparatados. Francis Bacon, inventor del método científico y padre del empirismo, nacido en 1561, pretendió congelar un pollo introduciéndole nieve y dejándolo a la intemperie. Experiencia que le costó la vida al contraer una neumonía por el frío.
Experimentos al margen, el primer aparato para generar frío artificial llegaría de la mano de Charles Tellier, un ingeniero francés que se considera padre del frío al construir, en 1858, la primera máquina frigorífica industrial, empleando gas de amoníaco licuado. Pero su aportación al mundo de la congelación no se quedaría ahí, y en 1874 aplicaría todo su conocimiento en un barco que se llamaría “Frigorifique”, el primero que transportaría carne refrigerada entre Francia y Argentina. A partir de ese momento, y con la construcción de la primera máquina para fabricar hielo, ideada por Thomas Sutcliffe Mort, el transporte frigorífico se fue extendiendo por todo el mundo.
Ya en el siglo XX, Clarence Birdseye descubrió que los esquimales dejaban los alimentos al aire libre y que después de un tiempo se encontraban en buen estado de conservación. Esa apreciación le llevó a concluir que el secreto de la congelación se encontraba en lo rápido que se producía, algo que sigue siendo importantísimo a día de hoy. Tras ese hallazgo, comenzó a colocar la carne y los pescados sobre placas de refrigeración para congelarlos, convirtiéndose así en el descubridor de los congelados.
Sería durante los años 30 del siglo XX cuando se comenzarían a vender frigoríficos y congeladores de uso domésticos desarrollados a partir de ese descubrimiento de Birdseye. Si bien en 1931 se comercializó el primer frigorífico, en nuestro país no se pudieron adquirir hasta 1952 y su uso no se popularizó hasta los años 70.
En los años 60 se marcó otro hito en el ámbito de la congelación. Se construía en nuestro país, en concreto en Vigo, en 1961, el primer buque arrastrero congelador. Se llamó “Lemos” e inauguró un nuevo tipo de flota que capturaba y congelaba a bordo, llevando la congelación instantánea hasta alta mar. A partir de ese momento, el avance de los buques congeladores en alta mar es imparable y su capacidad va en aumento hasta poder albergar decenas de toneladas de pescado congelado. Para que nos demos cuenta de ello, es suficiente con atender al número de barcos de este tipo que se construyeron en España entre 1961 y 1966, nada más y nada menos que 132.
Actualmente, los buques congeladores disponen de maquinaria con eficiencia energética y están preparados para el procesado, conservación y almacenamiento del pescado y marisco congelado. Se realiza primero una ultracongelación, con un descenso muy rápido de la temperatura hasta 40 grados bajo cero y luego se estabiliza a 18 grados bajo cero. De esa forma, el alimento llega al consumidor con todas sus propiedades nutricionales.
Los avances en la congelación industrial – las primeras empresas en dedicarse a ello eran rusas y londinenses – siempre estuvieron marcados por la importancia que tiene que la congelación sea lo más rápida posible, como ya hemos comentado en líneas anteriores.
Aunque estas industrias comenzaron a trabajar en los años 20, esta parte de la industria alimentaria no alcanzaría su auge hasta 1969, cuando pasaron de vender solo en líneas aéreas a vender al gran público. Y es que los alimentos congelados se popularizaron porque los primeros viajeros espaciales se alimentaban con alimentos congelados.
La congelación de alimentos y los viajes espaciales, dos hitos de la historia muy relacionados. Y desde Congelados Hiperxel no podemos negar el orgullo que nos produce ser gallegos; ya que Galicia, como hemos visto, está ligada a la construcción de buques congeladores, gracias a los cuales podemos sentarnos a la mesa a disfrutar de pescados de alta calidad con independencia de que estén en temporada o no y que, además, suponen un ahorro para nuestros bolsillos.
Congelados Hiperxel no puede tener mejor sede, Vigo. Nos conecta directamente con la historia de la congelación en alta mar y con el duro trabajo que realizan los marineros en estas embarcaciones. Sirvan esta líneas como homenaje a todos los marineros, en especial a las víctimas del Villa de Pintanxo, el barco pesquero gallego hundido frente a las costas de Terranova y Labrador, Canadá, el 15 de febrero de 2022.